Flipando en colores

Hay algunos que se empeñan a desmentir al poeta Ramón de Campoamor y a su famosa sentencia: «Y es que en el mundo traidor / nada hay verdad ni mentira: / todo es según el color / del cristal con que se mira». Con una atrevida seguridad, nos cuelan un sello multicolor en los alimentos (perdón, quería decir en los pseudo alimentos, o como dírian la gente cool, los fakefoods) que pretende decirnos qué comer si pretendemos estar sanos.

Y lo hacen la autoridad moral de tener un algoritmo científico respaldado por un comité de expertos. Así que los que no tenemos un algoritmo a mano, no somos comité o no somos expertos, parece que hemos perdido la batalla antes de empezarla.

Bien mirado, el NutriScore tiene todo para ser un éxito: Un nombre que resuena científico, un algoritmo, como el de Netflix o el pagerank de Google y un semáforo, con verdes y rojos, lo que nos dice inequivocamente si podemos pasar o mejor nos paramos.

Y aquí viene parte del problema. Que es un símbolo universal que aprendemos desde pequeños: No cruces hasta que esté verde… que viene un coche y te pilla. Y así, antes de aprender lo que es Netflix, hemos aprendido que si algo es verde, es bueno y si algo tiene dibujado una calavera o está marcado en rojo, debemos dar un paso atrás.

Entonces llegan los científicos y nos dicen que el Nesquik es verde, pero que no significa que sea bueno, sino que debemos comparar con otros productos similares para saber si es malo entre los buenos o bueno entre los malos. Y para continuar flipando en colores, el amarillo del aceite de oliva es un «sí, pero no», es decir, que es muy bueno, pero que no nos fijemos en el color, sino en la etiqueta del aceite de la balda de arriba que es un amarillo más oscuro.

Al final llego a la conclusión que los expertos han diseñado una etiqueta de colorines «buena», pero que somos nosotros unos mantas, que no sabemos interpretarla. Y dicen que eso se soluciona con una campaña que explique que el verde no es verde absoluto, sino que puede ser un rojo relativo en función de los colores de la competencia. Reprogramemos nuestro algoritmo cerebral.

Al final el Sr. Campoamor va tener razón. No hay verdad ni mentira. Todo el según el color del cristal con el que se mira.